Las setas no deben lavarse porque pierden parte de su aroma. Lo mejor es limpiarlas con un pincel o brocha y retirarles toda la arena que tengan adherida; también puede hacerse con un paño ligeramente humedecido o raspando cuidadosamente la superficie con el filo de un cuchillo. Sólo en el caso de que estén muy sucias se pueden remojar —bastará 5 minutos— y sacudirlas con las láminas hacia abajo para que se desprenda toda la tierra que el agua.